Una de las principales funciones que
cumple el hígado es ayudar a la desintoxicación del organismo, al
metabolizar substancias potencialmente dañinas tornándolas inocuas. Es
por ello que, si bien la falla hepática aguda es una patología de muy
rara ocurrencia (en Estados Unidos se presentan al año 2.000 casos en
una población de más de 315 millones), debe ser detectada pronto por el
rápido deterioro que causa en la salud de quien la padece, y que la
vuelve una innegable amenaza.
Presenta altas tasas de mortalidad y
morbilidad y afecta principalmente a las personas jóvenes. La hepatitis
viral y los medicamentos, como paracetamol y diclofenaco, entre muchos
otros, pueden llevar a sufrir esta condición. El afectado debe ser
derivado, lo antes posible, a una unidad de cuidado intensivo y luego,
si procede, a la unidad de trasplantes.
¿En qué consiste una falla hepática aguda?
Es
un rápido deterioro de la función del hígado, de inicio súbito e
intenso. Se manifiesta en ictericia, que es un estado en que piel y
mucosas toman un color amarillento, por el aumento de la bilirrubina en
el organismo.
Este es seguido de encefalopatía hepática, que es un
empeoramiento de la función cerebral debido a la incapacidad del hígado
de eliminar las toxinas de la sangre. Esta última condición se presenta
días y hasta semanas después de la presencia de ictericia y en ausencia
de daño hepático previo.
¿Qué causa esta falla en la salud del paciente?
Múltiples
y variados factores. Puede presentarse como consecuencia de una
hepatitis viral aguda, una sobredosis de paracetamol o una reacción
idiosincrática a algún medicamento.
También a causa de envenenamiento
por ingesta de hongos no comestibles del tipo amanita; hepatitis
autoinmune; en las mujeres la esteatosis hepática o hígado graso durante
el embarazo; acción de agentes químicos; enfermedades como la de Wilson
o el síndrome de Budd-Chiari agudo; infiltración neoplásica en el
hígado (metástasis de cáncer) y también, lamentablemente, por causas que
la medicina aún no logra determinar.
¿Qué podemos decir de cada una de estas hepatitis?
En
el caso de la hepatitis viral, puede deberse a virus A, B, C, D o E,
dependiendo en muchos casos del país en que se presente. En Estados
Unidos predomina la hepatitis B, seguida de la A. En Japón, por ejemplo,
predomina el virus B (40% de los casos) y en India los virus B y E
causan el 60% de las hepatitis que llevan a la falla hepática aguda.
La
hepatitis viral puede ser causada también por una reactivación del virus
B en pacientes sin enfermedad hepática crónica, debido a quimioterapia o
inmunosupresión; al virus de herpes simple, varicela o herpes zoster,
citomegalovirus y otros similares, como el virus de Epstein-Barr y el
parvovirus.
¿Alguna de estas hepatitis virales es más grave que las demás?
La
hepatitis aguda A es la más benigna: rara vez causa una falla hepática
aguda y tiene una tasa de supervivencia de 75% sin necesidad de
trasplante de hígado, siendo de mejor pronóstico en pacientes más
jóvenes.
La hepatitis aguda B es más severa: se presenta sola, aunque en
casos excepcionales puede ir junto con el virus D. La supervivencia del
paciente está muy ligada al trasplante de hígado (77% contra un 23% si
este no se realiza).
En cuanto a la falla hepática aguda causada
por virus herpes, es muy infrecuente y usualmente se presenta en
pacientes con inmunosupresión o en mujeres en el último trimestre de
embarazo. Esta hepatitis no presenta ictericia y presenta lesiones
cutáneas solo en la mitad de los casos. Una biopsia de hígado es muy
útil para un acertado diagnóstico.
¿Qué se puede decir de la falla hepática causada por drogas?
El
principal agente que la ocasiona, probablemente por lo difundido de su
consumo, es el analgésico paracetamol, ya sea consumido intencionalmente
en una gran cantidad (intento de suicidio) o en una dosificación mayor a
la recomendada, por varios días.
La dosis de riesgo en adultos es de
7,5 gramos diarios (15 comprimidos de 500 miligramos) y de 150
miligramos por kilo de peso en niños. Además, en este caso, hay que
considerar otros factores de riesgo como mala nutrición o ayuno, ingesta
de otras drogas o alcohol.
¿Qué pasos se deben seguir para diagnosticar y evaluar una falla hepática aguda?
Se
evalúa la historia personal y los factores de riesgo, como contacto
sexual, embarazo, consumo de drogas “recreativas” (éxtasis,
metanfetamina, cocaína, hongos alucinógenos, estupefacientes en
general), exposición a tóxicos, herpes labial reciente y presencia de
ictericia, viaje reciente junto a personas enfermas e ingesta de
fármacos sin control médico, incluyendo los de libre adquisición.
A
nivel clínico, presencia de anorexia, heces pálidas, orina oscura,
náuseas y/o vómitos, dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen.
Además, un examen físico para determinar si hay enfermedad hepática
preexistente, ictericia, aumento de tamaño del hígado y, en menores de
40 años, anillos de Kayser-Fleischer, que indicaría enfermedad de
Wilson.
También se ordenan exámenes de laboratorio para medir el tiempo
de coagulación, el tipo sanguíneo, gases en la sangre, presencia de
drogas, VIH, marcadores de hepatitis viral y autoinmunidad.
En mujeres
en edad fértil, se hace una prueba de embarazo.
Si el médico lo
considera necesario, pedirá exámenes por imagen, como doppler,
tomografías computarizadas de abdomen y tórax, y resonancia magnética
del abdomen. La biopsia hepática solo se reserva para el caso en que
persistan las dudas sobre el diagnóstico.
¿Cuál es el pronóstico para los pacientes con falla hepática aguda?
La
meta es identificar a aquellos que se beneficien con un trasplante. En
Estados Unidos, un 45% sobrevive espontáneamente sin necesidad de él; un
25% adicional corresponde a pacientes trasplantados. Pero el 30%
restante muere sin poder recibir un trasplante de hígado.
Tratándose de
la falla renal por hepatitis A,
por intoxicación con paracetamol,
isquemia o efectos no deseados de un embarazo, la sobrevivencia
espontánea es de más del 50%.
Por otro lado, indicativos de mal
pronóstico son tener hepatitis B, hepatitis autoinmune, envenenamiento
con setas, daño idiosincrático por drogas, enfermedad de Wilson,
síndrome de Budd-Chiari o trombosis de las venas suprahepáticas y la
falla por causas que no es posible determinar.
Pero los trasplantes brindan una esperanza a quienes sufren esta patología…
Exacto,
pero el ser candidato a este procedimiento debe ser rápidamente
detectado.
Resulta urgente que el paciente con insuficiencia hepática
aguda sea primera prioridad para un trasplante. Más del 65% de los
trasplantados sobrevive después del año de la intervención.
El período
crítico son los tres primeros meses, en que se produce la mayor parte de
las muertes, debidas a sepsis o complicaciones neurológicas.
¿En qué personas no se recomienda este procedimiento?
En
quienes presentan daño cerebral irreversible, enfermedad cardiovascular
subyacente, infección o sepsis, falla multiorgánica o alza
incontrolable de la presión intracraneana.
Sumemos a los que abusan del
alcohol o drogas, a quienes presentan patologías siquiátricas pobremente
controladas o tratadas y a aquellos que tienen un deficiente apoyo
familiar o carecen de él.
Aparte del trasplante, ¿hay otros medios para apoyar a quien sufre esta enfermedad?
Existen
algunos sistemas bioartificiales de apoyo para la purificación
extracorpórea de la sangre, como el equipo alemán Prometheus, que es un
sistema de diálisis de albumina y que se utiliza en patologías hepáticas
como las reseñadas.
Además, permiten mejorar los parámetros de
encefalopatía, función renal y hemodinámica, con lo que se apoya al
paciente hasta que su propio hígado se recupere o hasta que se disponga
de un órgano compatible para su trasplante.
Por
la doctora Maria Luisa Yataco, especialista del departamento de
trasplantes de la división de gastroenterología y hepatología de la
Clínica Mayo de Jacksonville, Florida, Estados Unidos.
MAS INFO:
http://buenasiembra.com.ar/salud/articulos/el-higado-organo-de-nuestra-fuerza-vital-420.html