sábado, 5 de marzo de 2011

Un largo viaje hacia los ideales

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Murió Alberto Granado, el amigo íntimo del Che Guevara


El científico cordobés fue compañero de ruta de Ernesto Guevara por América latina. Estaba en Cuba, pero tenía pensando regresar a Córdoba en marzo


El científico cordobés Alberto Granado, el amigo entrañable de Ernesto "Che" Guevara y compañero en su viaje por Latinoamérica falleció hoy en Cuba. La información fue confirmada a la prensa cordobesa por la familia Gioda de Alta Gracia, amiga muy cercana del científico.


"Hoy nos llamó una de sus nietas y nos avisó que había fallecido esta mañana de un paro cardiorespiratorio", indicó Beatriz Cañas Gioda.


La directora del Museo del Che Guevara, en Alta Gracia, María Inés Carignani, dijo al diario La Voz del Interior que el compañero de viaje del Che tenía planeado regresar a Córdoba este mes.


"La noticia nos afectó mucho porque era una persona muy dulce, un encanto de persona y cada vez q venía lo veíamos. Fue el gran amigo del Che, el que hizo aquel gran viaje", señaló.


Granado nació el 8 de agosto de 1922 en Hernando. Estudió Bioquímica, Farmacia, Ciencias Naturales, y a los treinta años inició un viaje sin rumbo fijo por toda Latinoamérica con su amigo Ernesto "Che" Guevara.


Ese viaje quedó retratado en la película de Walter Salles, "Diarios de motocicleta", (ver peli completa on-line) en la que el actor Rodrigo de la Serna interpretó a Granado junto al mexicano Gael García Bernal, como el Che.

Un largo viaje hacia los ideales


PorMARTA PLATIA. CÓRDOBA CORRESPONSAL


"En realidad, Ernesto empezó siendo el amigo de Tomás, mi hermano menor. Ellos iban a la secundaria en el colegio Deán Funes, cuando empecé a conocerlo, en 1942. Juntos me llevaban comida a las comisarías cuando me agarraba la poli en alguna revuelta estudiantil" cuenta, con deleite, Alberto Granado, 78 años, más conocido como "el amigo del Che".

El hombre que viajó con Ernesto Guevara de la Serna por toda Latinoamérica en 1952, a bordo de La Poderosa : una raquítica moto Puma que los llevó en su primer tramo desde Córdoba a Venezuela.

Nacido en Hernando, en plena pampa gringa cordobesa, Granado es bioquímico –ahora jubilado—y vive en Cuba desde el triunfo de la Revolución. A pesar de los casi cuarenta años que lleva en la isla, nunca perdió su tonada cordobesa.
De visita en Córdoba, invitado por una universidad, Alberto Granado aprovecha su estadía para recordar al Che, su mejor amigo, su "único amigo del alma".

"Nosotros siempre fuimos cordobeses hasta los huesos. Ernesto decía que su nacimiento en Rosario (en 1928) fue accidental, porque sus padres estaban de paso. Y a los dos años ya vivía acá, en Córdoba, porque era asmático. Así que, como buenos cordobeses, nos llamábamos con sobrenombres", explica Granado.

"Ernesto me decía Petiso, o Mial, porque mi abuela me había bautizado Mialberto, así, todo junto. Yo a él le decía Pelao, porque de chico usaba el pelo cortadito al ras. O Fúser, porque cuando jugaba al rugby el tipo venía corriendo como un loco y gritaba: ¡Aquí viene el furibundo Serna! , y daba unos tackles increíbles para su físico de muchacho asmático. Como furibundo Serna era muy largo, nos quedó Fúser", revela Granado.

"Yo le llevaba seis años a Ernesto y eso es mucho cuando un pibe tiene 14 y otro 20. Así que me convertí en una especie de hermano mayor". Granado cuenta que "el primer enganche" entre los dos se dio por el rugby y la literatura: "Como Ernesto tenía asma nadie lo quería en el equipo. Yo lo dejé entrar al mío. Era muy delgadito. Además, me impresionó su valentía casi suicida en los tackles, y me terminó de deslumbrar cuando hablábamos. El tipo, con la edad que tenía, había leído mucha literatura. Eso nos unió", recuerda.

Desde entonces fueron amigos inseparables. Cuando Alberto empezó a trabajar como bioquímico en el leprosario de San Francisco del Chañar, el Fúser hacía 100 kilómetros a dedo o en bicicleta sólo para estar con él.
"Nos encantaba tomar mate bajo los árboles. Nos llevábamos bien hasta en los silencios. Sólo una vez nos peleamos como locos", rememora Granado.

La pelea fue por una mujer. Sólo que no en el sentido que puede suponerse: "En el leprosario había una chica preciosa que estaba internada. Tenía máculas de lepra (manchas sin sensibilidad en la piel) en la espalda, muy avanzadas, pero ella se ponía camisas que se las cubrían y sólo se veía su cara bonita. Siempre les decía a los visitantes que estaba sana. Y me acuerdo de que, coqueteando, lo convenció a Ernesto de que no estaba tan mal. Para probarle que eso no era cierto, durante un examen en su espalda, le hinqué un alfiler en una mancha y ella ni se dio cuenta. Pero el Fúser, sí. Cuando ella se fue, casi nos agarramos a las piñas.¡Cómo te volviste de insensible, Petiso!, me gritó furioso. Yo reconocí mi error y le pedí disculpas a la chica. Fue la peor discusión que tuvimos".

Años después, Mial y el Fúser se subieron por fin a la moto. La idea fue de Alberto, que quería conocer Latinoamérica. Fue el 29 de diciembre de 1951. "Celia, la madre de Ernesto, estaba furiosa conmigo –se ríe Granado–. Es que yo le llevaba al nene antes de que se recibiera de médico. Me acuerdo que me dijo: Un título nunca estorba, así que vos, Alberto, sos el responsable de que vuelva. Durante el viaje, el Petiso era "el jefe" y el Pelao "el subjefe". Así lo anotó el propio Che en su libreta de viaje. "Eramos caciques sin indios. Yo hacía las relaciones públicas, veía dónde íbamos a dormir, qué íbamos a comer. Ernesto arreglaba la moto. Cuando nos reencontramos en Cuba, muchos años después, y él ya era el Che, le dije: Acordate que yo soy el jefe, y él me dijo, muerto de risa: Noo, Petiso, ahora el jefe soy yo".

Granado reconoce que, a la hora de enamorar chicas, era "contraproducente" viajar con "alguien tan alto y buen mozo". Cuenta que "las minas se morían cuando lo veían entrar. Y ni qué decir cuando lo escuchaban hablar. Pero yo también tenía lo mío. Y las que no morían por él, bueno, ahí estaba yo", se divierte aquél Mial, con la mirada brillante.

"Pero, la verdad, no estábamos tras las minas. Disfrutábamos de la gente, de conocer lugares. Y teníamos muestras diferencias. Mientras al tipo no le gustaba tomar, a mí sí. El Ernesto era muy poco fiestero. Le gustaba más charlar, y a mí me encantaba bailar. Ernesto era un troncazo", dice, cordobesísimo. Y recuerda. Recuerda la vez que, a orillas del río Amazonas, en un leprosario donde trabajaron un tiempo, les hicieron una fiesta para festejarle el cumpleaños a Ernesto. "Como el Pelao tenía una batata y media en el oído para la música, me dijo: Petiso, pateame debajo de la mesa cuando toquen un tango, así saco a bailar a esa chica. La piba era una enfermera que estaba loca por él. De pronto, la orquesta tocó "Delicado", que era un tema que le gustaba a la Chichina Ferreyra (la primera novia del Che) y yo lo pateé como diciendo ¿te acordás?. Pero Ernesto salió despedido creyendo que era un tango. Así que mientras todos bailaban suelto, él la tenía apretada a la enfermera que era un escándalo. Yo me maté de la risa", cuenta, muerto de risa.

Llegaron a Venezuela el 14 de julio de 1952. Se separaron el 26 de julio de ese año. Ernesto volvería a la Argentina para terminar su carrera universitaria, como pidió Celia.
Alberto se quedó en Venezuela, trabajando en un leprosario. "Te espero, Fúser". "Nos juntamos, Mial", dicen que se dijeron.

Ernesto se recibió de médico y volvió a viajar por Latinoamérica, pero solo. Recaló en México donde conoció a Fidel Castro quien, exiliado de Cuba, preparaba la invasión a la isla que terminaría con el triunfo de la Revolución , el 1° de enero de 1959.

"El 26 de julio de 1960, cuando habían pasado ocho años de nuestra despedida, nos reencontramos en una Cuba triunfante", recuerda Alberto. "Llegué con Delia, mi mujer, y dos de mis hijos, para verlo en el Ministerio de Industria. Un guardia me dijo que el comandante estaba estudiando matemáticas y que cuando estudiaba sólo Fidel podía interrumpirlo. Yo le dije: Dígale que está el Petiso Granado y vemos. Antes de que el tipo volviera, Ernesto apareció corriendo. Ya tenía esa melena y la boina. Era el Che. Me abrazó muy fuerte y me levantó en el aire. Después besó a mi esposa. Para mí, era el Ernesto que había viajado conmigo. Y siempre fue así".
-En Cuba cuentan con asombro que el único que podía putear "al comandante Guevara" era usted...
-Sí, es cierto, pero también Camilo (Cienfuegos, otro de los líderes de la Revolución Cubana ) lo cargaba. No lo puteaba, pero lo cargaba. Según los que lo conocieron a él y luego a mí, parece que había encontrado ciertas similitudes conmigo. Que por eso dejaba que Camilo fuera tan jodón. Le traía recuerdos. Además, por supuesto, lo quería muchísimo.

Alberto Granado, el Petiso, tampoco duda de cuál fue el peor día de su vida: "Cuando me llamaron para que identificara la foto del cadáver del Che. Cuando la radio anunció que lo habían matado en Bolivia, sentí un puñal en el pecho. Supe enseguida que era cierto". El viejo Granado suspira, los ojos encharcados de lágrimas. Todavía. Reacciona: "Ahora que me estoy poniendo viejo, sueño con él. Pero no con el Che, sino con Ernesto. Con mi amigo. Con el de las charlas y los viajes. Hace poco fui invitado a Italia. Y en el avión me habían dado primera clase. Soñé que me cargaba. Así que ahora te mandás la parte, Petiso, ¿no?. Fijate vos, el tipo se me ha vuelto conciencia", dice, y vuelve a sonreir.

Publicado en Viva, el domingo 16 de julio de 2000.

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