Hoy en día, muchas de nuestras tensiones y perturbaciones están
relacionadas con nuestra dimensión laboral y financiera.
¿Quién no tiene
algún problema con el dinero?
Nómina. Hipoteca. Trabajo. Impuestos.
Consumo. Inflación. Deuda. Jubilación. Quiebra. Desahucio. Estas son
algunas de las palabras que nos quitan el sueño por las noches y
dificultan comenzar el día con una sonrisa.
Es evidente que el dinero no da la felicidad. Pero dado que nuestra
vida se ha construido sobre un sistema monetario, sin dinero no podemos
permitirnos el lujo de sobrevivir.
De forma contradictoria, se desea
tener dinero casi tanto como se rechaza. A muchos incomoda hablar sobre
este tema. Sin embargo, ¿por qué nos pasamos más de ocho horas al día
trabajando? ¿Por qué esperamos cobrar la nómina cada final de mes? El
dinero es muy importante para algunas cosas y no lo es para otras.
Y lo
cierto es que remueve y despierta –más que cualquier otro elemento– los
traumas que todavía escondemos dentro. De ahí que, a menos que
aprendamos a manejar el dinero, terminará por controlarnos.
Tal como recoge la serie de televisión
Mad Men, desde la
óptica empresarial nos hemos convertido en clientes y consumidores. Para
lograrlo, las compañías emplean todo tipo de técnicas y de mensajes
subliminales, vinculando el
bien-tener con el
bien-estar.
Es decir, el consumo con la felicidad.
El objetivo es convencernos de
que compremos un determinado producto, no tanto por su utilidad como por
lo que representa emocional y socialmente.
De hecho, nuestro estilo de vida gira en torno al consumo
materialista. La posesión de ciertos bienes materiales sigue siendo
considerada como un signo de estatus dentro de un determinado grupo
social.
Como consecuencia de esta propaganda consumista, muchos siguen
creyendo que la identidad se define en función de la calidad y la
cantidad de las posesiones. Sin embargo, parece que nunca tenemos
suficiente; esencialmente porque a menudo nos comparamos con quienes
están un peldaño por encima.
La gran mentira contemporánea es que el bienestar, la riqueza, la
plenitud y la abundancia están fuera de nosotros mismos. Así es como nos
vamos desconectando de nuestro
ser, el único lugar donde
reside la verdadera felicidad. Eso sí, para que nos la sigamos creyendo,
las corporaciones invierten a nivel mundial unos 400.000 millones de
euros al año en meticulosas campañas de publicidad.
De esta manera ha
sido posible el florecimiento del sistema capitalista. Más que nada
porque para que el crecimiento económico siga expandiéndose, debemos
seguir deseando más de lo que tenemos. De ahí que sea fundamental que
como individuos nos sintamos permanentemente insatisfechos.
En este escenario de confusión colectiva, es importante señalar que
el consumo material ha mejorado notablemente ciertos aspectos de nuestra
vida, proporcionándonos grandes dosis de placer, entretenimiento y
comodidad.
Y no solo eso. Por más que las empresas intenten manipularnos
para vendernos lo que sea, en última instancia nadie apunta con una
pistola para que terminemos comprando sus productos y servicios. El
hecho de que consumamos mucho más de lo que necesitamos pone de
manifiesto nuestro vacío existencial.
Irónicamente, la opulencia se ha convertido en una enfermedad
contemporánea, como muestran los constantes escándalos de corrupción. Y
es que cuanto mayor es la desconexión de nuestro ser, mayor es también
la sensación de carencia, escasez, pobreza e incluso miseria. De ahí que
crezca, a su vez, la necesidad de seguir acumulando dinero: sin duda
alguna, la
religión con más fieles y seguidores.
Muchos tenemos una fe ciega en que estos papeles con números y sellos
oficiales van a proporcionarnos la felicidad, la seguridad y el valor
que no encontramos en nuestro interior. Tanto es así, que la mayoría de
las decisiones que tomamos están orientadas a maximizar ingresos y a
minimizar gastos, poniendo de manifiesto lo arraigadas que están la
codicia y la avaricia en nuestra sociedad.
Lo que más me sorprende de la humanidad son las personas que pierden
la salud para juntar dinero y luego pierden el dinero para recuperar la
salud”
Buda
Tal como describe T. Harv Eker en su libro
Los secretos de la mente millonaria (editorial Sirio), cada uno de nosotros ha recibido como herencia un
patrón financiero.
Es decir, un modo de pensar acerca del dinero, que condiciona
inconscientemente nuestras decisiones y nuestros comportamientos
relacionados con el trabajo y el consumo.
Este
patrón financiero
comenzó a programarse en nuestro subconsciente desde nuestra infancia. Y
está compuesto por mitos, estereotipos, asunciones y prejuicios acerca
del dinero, muchos de los cuales son irracionales y falsos.
Según cuáles hayan sido nuestros referentes familiares y culturales,
muchos de nosotros estamos programados para gastar más dinero del que
ganamos. O, por el contrario, para ahorrar y almacenar todo lo que
podamos. En paralelo, la mayoría comparte algunas ideas comunes. Por eso
solemos considerar que “el dinero corrompe”, pues es “la raíz de todos
los males”. O que “los ricos son malvados y mezquinos”.
Sin embargo, el dinero no es bueno ni malo. Más bien es un medio de
intercambio neutro. Curiosamente, cuanto más aumentan nuestros ingresos,
más lo hacen nuestros gastos. Además, está comprobado que cuando
nuestro poder adquisitivo se incrementa significativamente, enseguida
nos acostumbramos a nuestra nueva posición social y económica.
Y al cabo
de poco tiempo, comenzamos a desear más de lo que tenemos. Cuando
ganamos 1.000 euros al mes, nos gustaría cobrar 500 euros más. Y al
conseguir los 1.500 euros mensuales, empezamos a desear 2.000 euros.
Luego 2.500 euros…
Tarde o temprano, llega un momento en que el dinero se convierte en
una serie de números proyectados en la pantalla de un ordenador. Y
superada una cierta cantidad, el deseo se vuelve más feroz. Al acumular
5.000 euros en la cuenta corriente, el siguiente objetivo se centra en
alcanzar 10.000 euros.
Y una vez logramos esta cifra, aspiramos a llegar
a los 50.000 euros. Y así,
ad infinitum. Para salir de ese
círculo vicioso, el primer paso consiste en ver el dinero como lo que
es, dejando de proyectar en él lo que nos gustaría que fuese.
LIBRO
‘Los secretos de la mente millonaria’T. Harv Eker
(Sirio)
Un ensayo que explica cómo nuestro patrón financiero subconsciente
determina en gran medida nuestra vida financiera, así como las claves
para empezar a cambiar nuestra manera de ganar y de gastar dinero.
PELÍCULA
‘El lobo de Wall Street’Martin Scorsese
Leonardo DiCaprio interpreta a Jordan Belfort, un agente de Bolsa
obsesionado con acumular dinero y poseer todos los bienes materiales que
un ser humano pueda imaginar, lo que le lleva a perder el norte por completo.