COMER MIRANDO LA TELEVISIÓN,
UNA MALA COSTUMBRE
A comer se enseña y se aprende, una tarea que no es nada fácil. Comer sano, es consecuencia de una buena educación que respeta una serie de pautas, y sacar la televisión de la mesa es una de las más básicas.
Las reconciliaciones sólo se completan en la mesa
Alexandre Grimod de la Reyniere
En muchas familias, el momento de sentarse a comer resulta difícil y puede desencadenar peleas familiares. Pero es verdaderamente lamentable que los padres utilicen la televisión como aliada para lograr que sus hijos coman y no discutan asuntos en la mesa.
Este es un recurso tramposo que reduce la alimentación a un papel secundario y fomenta hábitos poco saludables. La evidencia científica asegura que tener la costumbre de comer delante de la televisión conduce a la elección de alimentos menos saludables y a la ingesta de mayores cantidades.
Para darnos cuenta de esto, simplemente tenemos que prestar atención a los productos que se anuncian en las publicidades televisivas.
Alimentarse de manera inconsciente, mientras se presta poca atención y poco gusto por esta actividad, lleva a los adultos, niños y adolescentes a comer más y peor.
Para empeorar la situación, las personas que tienen este habito son un objetivo fácil para la publicidad.
Y sin piedad, en los avisos dirigidos al público infantil, se fomenta el consumo de productos que propician la obesidad.
Si prestamos atención a la publicidad que pueden ver los niños y los adolescentes mientras comen, más de la mitad de los anuncios están relacionados con alimentos que no se pueden incluir en una dieta saludable.
Predominan los anuncios de productos con demasiados azúcares refinados y grasas saturadas, mientras que brillan por su ausencia los basados en verduras, frutas y harinas integrales.
En consecuencia, a los pequeños televidentes les llega una información incoherente con los mensajes que el adulto responsable, quien le procura la comida, le quiere transmitir. Desde esta óptica resulta fácil explicar porque muchos de estos niños no consideran atractiva la comida saludable.
La influencia de los mensajes publicitarios sobre el público infantil es indiscutible, están expuestos constantemente a mensajes que incitan el rechazo de la autoimagen y una marginación social basada en la condición física.
Comer es una actividad primaria y placentera, pero al hacerlo delante de la televisión, se reduce a algo secundario y accidental, restándole importancia. Resulta asombroso que algunos padres se ayuden con la televisión para lograr que sus hijos coman. Y otros que premian un buen comportamiento permitiéndoles ver dibujos animados durante la cena.
En el extremo, están los padres que dejan a sus niños delante de la televisión para poder disfrutar de la comida. Tenemos que ser conscientes que comer y ver la televisión a la vez, es un mal hábito.
En conclusión, aunque en principio muchos padres piensan que pueden “ayudarse” con la televisión para introducir alimentos en la boca de un niño o de un adolescente, a la larga los están esclavizando a esa pésima costumbre. Después estos hábitos son sumamente difíciles de erradicar.
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