“Estar es un trabajo desnudo. La tierra pule huesos que el
tiempo roba sin retorno”, recitó hace apenas cuatros meses el poeta Juan
Gelman frente a un auditorio emocionado en la Biblioteca Nacional,
cuando presentó su último libro. Gelman ahora está muerto, pero su
historia, y sus poemas están llamados al eterno retorno. Murió el poeta
curtido, de voz gruesa y mirada firme.
De memoria compartida. La noticia
llega desde México, un país que marcó también su vida. Tenía 83 años,
más de 30 libros escritos, y un sinfín de recuerdos oscuros que sólo
pudo soportar escribiendo. Es sólo anecdótico, pero la familia ha
informado que lo van a velar y cremar allá.
Gelman había nacido
un 3 de mayo de 1930 en Villa Crespo, en la calle Scalabrini Ortiz que
siempre se llamará Canning. Descendiente de familia ucraniana judía,
hincha de Atlanta, club que lo honró poniéndole Gelman a su biblioteca,
comenzó a escribir desde muy temprano. A los 11 años ya había publicado
su primer poema. Hizo la secundaria en el Nacional Buenos Aires y pronto
se integró a Fede, Federación Juvenil Comunista.
A partir de entonces,
justo en el agitado 1945, el poeta y el político comenzó a trazar dos
caminos, que fue uno. Por su militancia comunista, fue detenido y
encarcelado en 1963, durante la presidencia de José María Guido, donde
se aplicaba el tristemente célebre Plan Conintes. Salió rápido de la
cárcel, y con otro horizonte político, el peronismo de izquierda. Ya
había formado el grupo de poetas Pan duro y publicado su primer libro,
Violín y otras cuestiones (1956)
A
partir de los 60 su historia fue tan rápida y trágica como la misma
Argentina. Comenzó a trabajar como periodista en la revista
Panorama (1966) y en pasó por
La Opinión (1971-1973), la revista
Crisis (1973-1974) y siguió como jefe de redacción del diario
Noticias (1974).
También desde el 67 se integró a las FAR, Fuerzas Armadas
Revolucionarias, de orientación peronista, donde desempeñaba un papel en
la acción cultural y comunicativa del movimiento.
En 1975, con las FAR y
Montoneros integrados en una sola organización, fue enviado al
extranjero para denunciar públicamente la represión y la violación de
los derechos humanos a manos de la Triple A. Ya no volvió al país, salvo
por una entrada clandestina en 1976. La dictadura había hecho pie, y la
trágica historia familiar de Gelman comenzaba a escribirse.
Hasta
entonces llevaba publicados ocho libros. Pero entre 1973 y 1980 ya no
publicó. En 1976 fueron secuestrados sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel,
junto a su nuera María Claudia Iruretagoyena, quien se encontraba
embarazada de siete meses. Su hijo y su nuera desaparecieron, junto a su
nieta nacida en cautiverio.
Durante siete años (1973-1980) Gelman no publicó. Alejado ya de Montoneros, salió de su silencio con un libro doble,
Hechos y relaciones,
en el que escribe contra las atrocidades de la dictadura, el exilio y
las muertes, obviamente desde su propia historia.
De allí en más su
literatura y su acción política siguieron el mismo camino, el del
desgarro y la reparación imposibles. Seguía en el exilio, pues en la
Argentina tenía pedido de captura. Cuando en 1989 fue indultado por el
presidente Carlos Menem, Gelman rechazó la medida y protestó
públicamente contra ella a través de una nota publicada en el diario
Página/12: "Me están canjeando por los secuestradores de mis hijos y de otros miles de muchachos que ahora son mis hijos", denunció.
Si
cabe, su historia empezó a dar un giro el 7 de enero de 1990, con
Gelman ya viviendo en México, el Equipo Argentino de Antropología
Forense identificó los restos de su hijo Marcelo, encontrados en un río
de San Fernando dentro de un tambor de grasa lleno de cemento. En 1998
Gelman descubrió que su hijo había sido trasladado a Uruguay junto a su
mujer, María Claudia García Irureta, que había sido mantenida con vida
al menos hasta dar a luz a una niña en el Hospital Militar de
Montevideo.
A partir de ese momento lanzó una búsqueda incansable para
hallar a su nieta apoyado por escritores y artistas de renombre. Dos
años después, Gelman pudo reunirse con Andreita, su nieta, que decidió
llamarse María Macarena Gelman García.
Ya era un autor con
reconocimiento mundial, que en 1997 ganó el Premio Nacional de Poesía en
Argentina, en 2000 el premio Juan Rulfo, en 2005 el Reina Sofía, y en
2007 el Premio Cervantes. "Me conmueve en particular el marco de esta
ceremonia.
Es el de la España de hoy, la que no acepta una aventura
bélica que trae al mundo zozobra y muerte", dijo en 2005 cuando recibió
el Reina Sofía. Gelman aludió después al terrorismo, un "azote brutal"
que sufrió España, pero agregó que en América latina "se sabe de la
muerte temprana e injusta causada por otro terrorismo, el de estado", y
mencionó las tragedias en El Salvador, Guatemala, Argentina, Chile y
Uruguay.
Aunque remarcó que "el neoliberalismo imperante ensancha la
brecha entre ricos y pobres", y que "la miseria es el único plato que a
millones de latinoamericanos se les sirve cada día", le dio un papel
fundamental a la poesía que "sigue viva, es un tirar contra la muerte,
su mera existencia resiste el envilecimiento de lo humano".
También
dio un discurso crítico cuando recibió el Cervantes, frente a los Reyes
de España: "Es algo verdaderamente admirable, en estos tiempos
mezquinos, tiempos de penuria, como los calificaba Holderlin,
preguntándose: ¿para qué poetas?". Y agregó: "Que hubiera dicho hoy en
un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco
años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza. Cuantos
habrán fallecido, pienso, desde que comencé a decir estas palabras. Pero
ahí está la poesía, de pie contra la muerte", agregó.
También recordó
que "la dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas, pero
cabe señalar que la palabra desaparecido es una sola, aunque encierra
cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanos y ciudadanas inermes, su
tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el
mar o en el suelo ignoto".
En su última visita a nuestro país,
ya enfermo, enfrentó el invierno de la calle Agüero y leyó sus poemas
como siempre, emocionando. Se enfocó principalmente en
Hoy,
su último libro, basado en el duelo por la pérdida de su hijo Marcelo
Ariel.
Del juicio a los asesinos, él mismo Gelman tomó apuntes y
anotaciones, de allí y de su memoria, que incluye a la de su nieta
Macarena, surgieron esos últimos escritos. Según Gelman sus libros
solían escribirse solos. Hay quien cree que es posible, nos quedó su
historia, sus libros, y la sensación de que la tierra pule los huesos
que el tiempo borra sin retorno.