No soy, ni seré, persona entendida en economías, políticas y sociedades pero no hay que ser muy hábil para ver que el sistema económico-político-social en el cual vivimos está llegando a su fin.
El problema surge cuando los creadores y seguidores de los viejos modelos se niegan a aceptar lo inevitable, ya sea por ignorancia, intereses propios o encabezonamiento.
El intento macabro de reactivar la economía en base al consumo sigue siendo el interés de unos pocos para salvar sus economías.
Cuanto más dura sea la resistencia al cambio, más fuerte será la caída.
El consumo exacerbado solo nos ha llevado a la creación de un mundo ilusorio, inexistente, en el que unos viven como dioses y otros como miserables; y por supuesto, nos ha conducido a esta crisis, al desgaste de nuestra Tierra y a un egoismo total.
Para reinventar un nuevo sistema no puede nacer de algo conocido, del pasado, pues al final será más de lo mismo, una prolongación de lo anterior. Por tanto hace falta hacer un reset y partir de cero, ser creativos.
De la misma forma, no podemos ver las cosas de una forma particular, sino más bien global, holística, planetaria.
Hay que empezar a pensar en un consumo sostenible, solidario, no solamente con los demás sino con el medio donde vivimos, en el que cada individuo gaste aquello que necesita pues para vivir no hace falta mucho; y por ello, tampoco necesitamos mucho dinero, tanto trabajar y cosas inútiles de las cuales todos sabemos que no nos llevan a la felicidad, más bien lo contrario, nos volvemos dependientes y esclavos de ellas.
Ahora bien, el problema surgirá no solo por el empecinamiento de una clase opulenta y dirigente en mantener lo viejo para su interés particular, sino también en la reeducación a otro modelo diferente de una sociedad tan convencida y subyugada al sistema antiguo.
José Maria
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