Montse Bradford:
“Lo que pensamos genera emociones, pero también lo que comemos”
Usted
defiende que ciertas emociones nos vienen dadas por lo que
consumimos.--Tenemos que ver de dónde vienen las emociones. ¿Las
compramos en el supermercado?
Las emociones tienen dos orígenes.
El
pensamiento, lo que pensamos genera emociones, pero también lo que
comemos.
Si tomo un vaso de agua o de whisky mis emociones serán muy
distintas.
¿Y por qué generarán distintas emociones?
Porque atacarán a
diferentes órganos.
Si yo ingiero alimentos que me bloquean el hígado, o
la vesícula biliar, tendré emociones de ira, cólera, agresividad,
impaciencia… porque cada órgano, dependiendo de si funciona bien o mal,
genera unas u otras emociones. Esto está totalmente constatado en la
medicina china de hace tres o cuatro mil años.
¿Cree usted que el ciudadano de a pié tiene esta percepción?
--Falta conciencia, porque la alimentación no se ve desde esta
perspectiva. Se mira desde un ángulo muy primitivo. Sería el primer
nivel alimenticio: ¿tengo hambre?, pues como lo que sea, voy a un
McDonald’s o donde me apetezca en ese momento.
Habría dos niveles más:
el sensorial y el emocional. Las personas están vibrando en estos tres
niveles, nada más. Y tenemos que ir un poco más allá, al nivel de la
energía que provocan los alimentos. Porque con la alimentación podemos
generar salud o enfermedad. Es muy importante.
Usted explica que el ser humano cuenta con tres cuerpos: físico, emocional y mental…
--Efectivamente, y cada uno de ellos necesita cosas diferentes. Las
personas sólo identifican el físico, el que vemos cada día en el espejo.
En cambio, hay mucho miedo en prestar atención al emocional. Nos
pasamos años sin reciclar nuestras emociones, bloqueando totalmente este
cuerpo. También está el mental. Los alimentos que necesita cada uno son
distintos.
No podemos darle chocolate al emocional porque no funciona.
Si el novio nos deja, comiendo chocolate no haremos que vuelva. El único
cuerpo que tiene sistema digestivo, dientes y estómago es el físico. Al
cuerpo emocional, por ejemplo, hay que alimentarlo, sí, pero con
emociones.
Cada uno tendrá su método, a unos les gustará ir a bailar, a
otros ir a caminar por la playa… Acabamos alimentándolo, sin embargo,
con cosas físicas que no funcionan.
¿El bienestar radicaría en conseguir un equilibrio entre todos ellos?
Sí. Yo siempre hago la metáfora de los tres amigos que van por el camino
de la vida cogidos de la mano.
Si los tres están más o menos
equilibrados, y digo más o menos porque la armonía absoluta no existe,
sumarán un equipo y buscarán juntos la misma meta.
Sin embargo, si el
cuerpo físico está debilitado, el emocional bloqueado, sobre todo porque
lo desconocemos, y el mental centrado en controlar nuestra vida, es muy
difícil conseguir ningún logro.
Es lo que pasa hoy en día, falta de
claridad, la gente está desorientada y desconcertada. Empezar a conocer
los tres cuerpos, aunque sea poco a poco, sería muy importante.
¿Se puede establecer una relación de causa-efecto entre lo que comemos y nuestro estado de ánimo posterior?
Por descontado, porque si yo como cosas que me están debilitando, que me
están desmineralizando, notaré efectos emocionales de desmotivación, de
mucho frío, no tendré ganas de hacer nada. Las personas estarán física,
emocional y mentalmente con estas energías de deficiencia.
¿Y cómo me
desmineralizo?
Pues consumiendo alimentos que tienen un pH ácido. La
tónica general de la sociedad es que tenemos un hígado muy bloqueado y
un riñón con muchas deficiencias, y el riñón necesita minerales. Si no,
aparecen las emociones negativas.
La principal emoción negativa del
riñón es el miedo. Hoy en día tenemos miedo de todo. No somos
emprendedores, nos falta espíritu de aventura… La gente está muy ácida,
muy desmineralizada.
Precisamente, usted explica en su libro que hay alimentos que generan
una sangre ácida (con la que construimos estrés, enfermedad y
desequilibrio) y otros que, por el contrario, la alcalinizan (con lo que
obtenemos energía, vitalidad y salud)…
Exactamente. Es fascinante. Podemos generar nuestro propio estado de
ánimo. Somos los creadores de nuestra vida, en todos los niveles de
nuestro ser. Cómo escogemos pensar es muy importante. Decíamos antes que
una de las vías por la que se crean las emociones es a través de los
pensamientos. Pero claro, si injerimos whisky, difícilmente podremos ser
conscientes de nuestros pensamientos.
La alimentación, sin duda, es la
número uno para darnos un poco más de estabilidad, de armonía, de paz… y
luego debemos mirar con tranquilidad la calidad de nuestros
pensamientos, que también forman emociones, por descontado.
También defiende que hay alimentos con energía yin (chocolate, alcohol,
estimulantes, azúcares, levaduras artificiales…) que conducen a la
hipersensibilidad, mientras que hay otros, con energía yang (carne,
jamón, embutidos, huevos…) que nos ponen tensos y coléricos…
Así es. El alcohol, los vinagres, los estimulantes… todo ello estimula
al sistema nervioso generando una energía falsa. Cuando una persona, a
media tarde, se siente fatigada, busca ingerir café, chocolate, beber
una cola… en definitiva, generar una energía que no tiene. Pero claro,
si hacemos esto durante muchos meses acabaremos creando una fibromialgia
o una fatiga crónica, y es que estamos destruyendo la energía de los
riñones. Todos estos alimentos crean una energía de expansión.
Nos
inflaman y nos desmineralizan. Nos dicen que tenemos que tomar mucha
leche para los huesos. Pero hay gente con osteoporosis que a pesar de
haber tomado mucha leche, y haber ingerido carne y queso, tienen este
problema. Esta claro que no deja de ser un tópico que se ha demostrado
que no funciona.
Y la yang…
Son alimentos que tensan, que acumulan. Son de grasas saturadas. Nos
bloquean órganos como el hígado, la vesícula biliar, el bazo, el
páncreas y nos crean estas emociones de mucha tensión, agresividad,
cólera… en definitiva, emociones que se llaman de exceso. Tenemos
emociones de exceso, por una parte, y de deficiencia por otra, como el
miedo, la falta de autoconfianza, que nos dan, por ejemplo, los azúcares
refinados.
Según sus explicaciones, abusar de productos yang nos conducirá irremediablemente hacia la ingesta compulsiva de alimentos yin.
Efectivamente. Cuando yo tomo una parte de alimentos con energía yang,
alimentos que nos tensan, quiero consciente o inconscientemente siete
partes del extremo contrario. Es lo que llamamos la rueda energética o
el yoyó. No falla, cuando tomo una parte de yang, quiero siete de yin.
La gente dice “¿qué me pasa que no puedo parar de comer chocolate?”. Y
yo les digo, deja de comer huevos, jamón, y verás cómo podrás dejar de
comer chocolate.
¿La
idea es evitar productos con energía yin o yang para intentar alcanzar
el bienestar? ¿O comidos con moderación no tienen por qué ser dañinos
para nuestro cuerpo?
Siempre nos llevarán a un desequilibrio. Estos alimentos de grasas
saturadas bloquean el hígado y además no son el ejemplo de una
alimentación sostenible.
Tenemos en el planeta 7.000 millones de
habitantes y debemos empezar a comer mucho más del reino vegetal. El
reino animal no es una alimentación sostenible.
Hay 1.400 millones de
personas que no pueden comer ni beber nada. Y nosotros, en cambio,
estamos comiendo jamón y queso, por ejemplo. Tenemos que ser conscientes
de ello.
Hay que tener en cuenta que para ‘cultivar’ un kilo de carne
se necesitan 1.500 litros de agua, y todo ello para que, después, una
familia lo ingiera en una comida. Y esto sucede a la vez que hay
personas que no pueden beber ni una gota de agua. ¡Es alucinante! Nos
estamos cargando el planeta. No podemos pensar sólo en nosotros, sino
también en las generaciones futuras.
Necesitamos una alimentación
sostenible, sana, natural y energética, conociendo la energía de cada
alimento.
En una comida principal, dice usted, no puede faltar: cereales
integrales en grano, legumbres, un alga, una verdura verde y una pequeña
porción de semillas o frutos secos. Alguien podría decir, ¡qué
aburrimiento!
En absoluto. Lo que hacemos es volver a la vida natural. Empezar a comer
lo que comían nuestros abuelos.
¿Cuánto hace que apareció el donut?
Tampoco hace tanto. Tenemos que volver a la dieta de antes, a comer
legumbres, verduras, piñones, nueces, semillas, frutos secos, fruta de
la temporada. Tampoco hace tanto que comíamos esto. Lo que hay que hacer
es comer los alimentos naturales de toda la vida, los que necesitamos,
pero de la forma que deseemos. Podemos hacer fideos, pizzas,
hamburguesas, pero sin que sean de carne. Comemos lo que necesitamos en
la forma que deseamos y de esta manera el cuerpo emocional también esta
contento.
Pero disfrutar de una buena mesa también puede generar emociones positivas…
Según lo que entendamos por emociones positivas. Después de la comida de
Navidad, las vibraciones empiezan a subir y todos los comensales,
durante la sobremesa, creen tener la razón. Para mí esto no es positivo.
Lo ideal es la armonía, la tranquilidad, el silencio… para mí esto es
armonía. Es verdad que el placer sensorial existe y tiene relación con
las emociones. Pero es por eso que te puedes comer un fricandó, pero no
de carne, sino, por ejemplo, de seitán. O una lasaña. Yo hago una lasaña
fenomenal. También hago donuts, pero no con azúcar, sino con manzana,
por ejemplo.
Hablaba usted de vibraciones. Defiende que tanto los alimentos como los
diferentes cuerpos del ser humano (físico, mental y emocional) vibran de
distinta manera…
Así es. El físico vibra tan lentamente que lo podemos ver y tocar.
El
mental, por su parte, es la torre de control. Vibra más rápido que la
velocidad de la luz. Pensamos mentalmente que vamos al Taj Mahal y hemos
ido y venido. Es instantáneo.
El emocional no lo podemos ver, pero sí
sentir. Cuando estamos mal emocionalmente lo sentimos claramente. Éste
no necesita ni chocolate ni alcohol ni nada por el estilo, lo que pasa
es que la gente los utiliza para evadirse.
¿Y es cuando se resiente?
Evidentemente. Se queja porque no tiene vibraciones de armonía. Está
bloqueado porque nunca le prestamos atención. Al cuerpo físico lo
mimamos a diario, lo duchamos, lo alimentamos… al emocional nunca lo
hemos limpiado. Nunca hemos tenido en cuenta las emociones bloqueadas.
No vamos a un terapeuta para gestionarlas, no lo hacemos. Ni tan
siquiera las expresamos, escribiendo, por ejemplo. Hablo de coger un
papel y escribir cómo nos sentimos, o pintar, o ir a bailar… el caso es
que afloren de alguna forma. No lo hacemos, no lo depuramos, no lo
limpiamos cada día.
Y el mental lo mismo. Vibra tan rápidamente que nos
descontrola. Es importante para gestionarlo el silencio, la paz, para
poder observar esos pensamientos que tenemos descontrolados. Todo el
mundo tiene dos minutos al día para detenerse, pero no lo hacemos. El
alimento ideal para el cuerpo mental es el agradecimiento, estar
agradecidos con la vida.
A la hora de cocinar, “no sabemos extraer el sabor dulce a los
alimentos”, asegura usted. Por eso, añade, buscamos la compensación en
el postre…
Exactamente. En la cocina mediterránea no hay dulzor.
Está usted cuestionando un referente…
Pero es verdad. No hay dulzura, en el plato, en la cocina mediterránea.
Hay mucho salado, mucho aceite, mucho picante y mucho ácido… pero
dulzura no, en absoluto. Y claro, acabamos de comer platos de esta
cocina con tanto ajo, con tanto vinagre, que buscamos el dulce en las
natillas o en el flan. Y estos postres tienen mucho azúcar, y de ahí los
niños tan hiperactivos que tenemos. El sabor dulce está en el plato.
¿Y
de dónde lo sacamos?
Pues de las verduras dulces: calabaza, moniato,
zanahoria… todas son muy dulces. Y si las cocinamos durante mucho tiempo
dan una dulzura increíble. Cada gusto tonifica diferentes órganos del
cuerpo.
Explíquemelo…
El sabor dulce nos equilibra estómago, bazo y páncreas. Son órganos
emocionales todos ellos, que necesitan mucha dulzura y relax. Esta
dulzura natural es muy importante, no me canso de repetirlo. La gente
esta muy estresada y le falta un poco de dulzura.
Cuando incorporemos
esto a nuestro cuerpo, seguramente podremos relajarnos más y contar con
un poco más de armonía en nuestra vida. Si vamos por la vía del azúcar,
pues vemos el nivel de hiperactividad que tiene la gente. El azúcar nos
desmineraliza, nos afecta al sistema nervioso, además de dejarnos mal el
riñón, los huesos, etc. Ya vemos cómo están los niños de hiperactivos.
Yo defiendo que no existen por naturaleza niños hiperactivos.
El niño
actúa en función de la energía que le damos. Si le damos una cola, pues
actuará según la energía que le produce este producto. Si no le damos
este tipo de alimentación, estará como un angelito. Tenemos que entender
esto, es muy importante.
Hacía usted referencia a cocinar con tiempo, algo de lo que carecen hoy en día muchas personas…
Yo también tengo un ritmo de vida muy ajetreado y como muy bien. Tenemos
tiempo, lo que pasa es que no lo dedicamos a la cocina. Lo empleamos,
por ejemplo, para chatear. No valoramos que a través de la comida
podemos modificar la calidad de nuestra sangre.
Es cuestión de adquirir
el hábito. Poner una olla de cereales supone un minuto y medio, y tienes
para tres días. Hacer un pescado a la plancha o cocinar una verdura
verde lleva tres minutos, es muy fácil. Poner una calabaza al horno sí
lleva más tiempo, pero tampoco tenemos que estar todo el rato
vigilándola.
Realmente es muy fácil cuando se aprende. Lo que pasa es
que la gente quiere cambiar leyendo un libro, y para ello hace falta un
instructor. Si quiero aprender a conducir no puede hacerlo únicamente
leyendo un manual, necesito un instructor que me enseñe, porque si no
después habrá carencias. La gente vendrá y dirá “esto no funciona”, y sí
que funciona, pero hay que aprenderlo.
Leyendo su libro, uno se da cuenta de que usted no es muy partidaria de
las ensaladas o de la fruta cruda. Incluso no le hace demasiada gracia
la miel, cuando es un alimento, según muchos expertos, tan nutritivo…
La fruta y la ensaladas crudas sí las recomiendo, pero según para quien.
A una persona que tenga frío no se las aconsejaré.
A Don Quijote, por
ejemplo, no le recomendaré comer mucha ensalada, porque está muy
delgado. Pero a Sancho Panza sí, cada día le daría una ensalada. Depende
de la persona. Las ensaladas y todo lo crudo lo que hace es enfriar
mucho. A una persona con exceso de peso, que ha comido mucha carne y que
tiene un hígado muy bloqueado, que le reporta emociones de exceso, de
ira, de cólera, le irán de maravilla.
En cambio, una persona que esté
decaída, con anemia, con osteoporosis, pues no se las recomiendo. La
cocina energética me aporta conocimiento y me da libertad para escoger.
Yo no soy partidaria de dietas, de prohibir. Yo explico los efectos que
producen los alimentos, luego que cada uno escoja.
Y con respecto a la miel…
Cuando tomo una cucharada de miel de abeja, a los treinta segundos tengo
mucho calor. Esto me está diciendo que este es un alimento que no
transcurre por el sistema digestivo, sino que va directamente al riego
sanguíneo y me da una hiperactividad al instante.
¿El día idóneo para
tomar miel?
El día que queramos correr un maratón, no hay problema.
Tomamos algo de miel y ganamos la carrera (risas). Pero para el día a
día no, porque nos dará mucha hiperactividad. Si tomamos mucha, nos
desmineraliza, porque todo aquello que da energía al momento acidifica
la sangre. Y cuando la tengo ácida, el pH cambia y el cuerpo busca
minerales de donde sea. Por eso yo no recomiendo tomar miel cada día, en
absoluto.
¿Qué le diría a aquella persona que no acabe de estar convencida del método alimentario que usted propone?
Que lo pruebe, que lo siga durante seis meses. La gente que lo prueba
gana en calidad de vida. Gana en concentración, claridad mental, en
ganas de hacer cosas, en perder peso o ganarlo, si es necesario… No
podemos opinar de algo si no se prueba, si no se vive. Yo en mis clases
doy libertad. Explico qué energía aporta cada alimento, y luego la gente
decide.
Diario la Vanguardia
Montse Bradford, escritora y experta en nutrición y energética MB
Fundadora de varias escuelas de cocina, esta barcelonesa de nacimiento,
afincada en Londres desde 1978 hasta 2006 (ahora reside en la Ciudad
Condal), ha dado clases en la Escuela Universitaria de Enfermería y
Fisioterapia Blanquerna e impartido cursos por toda Europa y también por
Sudamérica. Galardonada con el Premio Verde 2008 (Fundación José
Navarro) por su trabajo a favor de la alimentación responsable y el
desarrollo sostenible, ha escrito más de diez libros. El último, La
alimentación y las emociones.
MAS INFO:http://buenasiembra.com.ar/salud/alimentacion/index.html