PROCESION. LOS VECINOS EN APOYO DE LOS MINEROS ATRAPADOS.
El insólito Gran Hermano de la mina, las familias y los políticos
Peleas por dinero entre esposas y amantes. Videos y los usos pícaros de la audiencia chilena.
Sin embargo, una vez que se supo que todos estaban bien la situación cambió, y no sólo por la alegría de saberlos vivos. Al día siguiente llegó el excéntrico millonario Leonardo Farkas.
Melena de rulos platinados, un pasado de hombre orquesta en espectáculos de Las Vegas, magnate del hierro y dueño de una mina vecina. Fiel a su costumbre filántropa, repartió cheques de 10 mil dólares para cada uno de los mineros. Ese fue sólo el principio. Luego las colectas y donaciones comenzaron a llegar desde todo Chile.
El dinero despertó la ambición de muchos y el campamento Esperanza creció.
El primer escándalo fue el de Yonny Barrios: dos personas se presentaron diciendo ser “su mujer”. La prensa se hizo eco de la historia y tejió una red de intrigas. Los hermanos de Yonny relativizaron la situación diciendo que él se encontraba separado hace varios años. Como fuera, la tendencia migrante continuó: ex esposas, amantes, supuestos amigos, hijos no reconocidos u otros que no veían hace 20 años a su padre llegaron para posicionarse y esperar la hora del reparto.
Los únicos que no se sorprendieron por las historias de engaños y bigamia fueron los lugareños. “Son mineros, viven lejos de sus familias por largas temporadas, es parte de su estilo de vida”, dice una mujer cuya mirada ya no guarda espacio para las sorpresas. Es la voluminosa dueña de Dolly’s, uno de los burdeles de la cercana Copiapó. Dolores conoce a muchos de los mineros atrapados. Ella, como el resto de la ciudad, vive a expensas de la única actividad económica de este gran desierto: la minería.
Al campamento también llegaron sacerdotes, monjas y pastores. Payasos que entretenían a los niños. Expertos de la NASA. Grupos musicales. Uruguayos con antecedentes de antropofagia. Hasta que las autoridades debieron poner un fin: “No perdamos el foco, esto es una operación de rescate”.
Pero el gobierno chileno también supo sacar su tajada de la tragedia .
Desde temprano comprendió que la aventura de los mineros tenía al país en vilo. Es un secreto a voces que cuando la primera sonda llegó al refugio no se les comunicó de inmediato a las familias que esperaban con desesperación. La información se mantuvo en secreto durante varias horas hasta que Sebastián Piñera hizo el largo camino desde Santiago hasta este páramo perdido. La foto del presidente con el papel que contenía la frase “Estamos todos bien los 33” recorrió el mundo.
Merced de todo esto, Piñera subió 10 puntos en las encuestas en menos de un mes. El ministro de Minería, Laurence Golborne, pasó de ser el menos conocido del gabinete, al mejor considerado y ve despegar su carrera política.
Las autoridades han hecho un titánico esfuerzo en convencer de que ésta es la mejor operación de rescate jamás concebida. Pareciera que los mineros están mejor en la mina que en las playas de Valparaíso. Al menos si uno le cree a la blonda Ximena Matas, la intendenta de Atacama, que con su sonrisa perenne de dientes prominentes no se cansa de relatar la perfección física y espiritual que experimentan los trabajadores atrapados.
Es que los asesores del gobierno están en todos los detalles, hasta en la ropa que se les envió a los mineros. En los videos que filman y que luego se ven en cada uno de los televisores de Chile, todos aparecen usando remeras rojas. La elección no es inocente: el rojo es el color del partido gobernante y sus funcionarios enfrentan las cámaras con sus camperones escarlata. Mientras tanto, en la mina se desarrolla una extraña versión del programa televisivo Gran Hermano. La diferencia es que aquí nadie es nominado ni está autorizado a dejar “la casa”. Hay uno que oficia de conductor televisivo, otro se redescubrió poeta y Yonny, el de las esposas, fue nombrado oficial médico.
Los que tienen poca experiencia como mineros se deprimieron. Durante varios días estuvieron en boca de todos por no querer aparecer en los videos. Hasta que el jefe de psicólogos los conminó a actuar. Si uno está en Gran Hermano, se tiene que dejar ver. No importa cuán tímido sea uno, hay que aparecer semidesnudo, hambriento y taciturno. Es un video que se verá en todo el planeta. La voraz lógica televisiva así lo indica.
Según los jefes del operativo, para que pueda realizarse el rescate faltan al menos dos meses. Dos meses de un infierno de calor asfixiante, humedad, aire enrarecido, tobillos que se hunden en el barro, galerías oscuras a las que no llega jamás la luz del sol. Pero si logran salir, no será el fin de la aventura, pues deberán lidiar con el asedio de los medios y la codicia de familiares y amigos. Jean Paul Sartre dijo una vez "No hay necesidad de fuego, el infierno son los Otros". A estos 33 mineros les tocará averiguar si tenía razón.
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