lunes, 13 de septiembre de 2010

Internet nos hace más tontos...

Wired man (Hombre conectado)
Internet nos hace más tontos y menos compasivos


La avalancha diaria de estímulos electrónicos está cambiando las conexiones de nuestro cerebro. Mientras buceamos por Internet reducimos sin darnos cuenta la habilidad neurológica que nos permite acordarnos de las cosas o prestar atención el tiempo necesario para digerir debidamente lo leído. Nuestro cerebro no sólo opera mejor y es mucho más creativo cuando se encuentra en una atmósfera de sencillez: los excesos informativos también nos están haciendo peores personas.

El otro día me encontré en la cafetería del despacho con un querido socio que, como yo, había decidido comer a la una y media arrastrado por un hambre tempranera.

No esperaba ver a nadie a esa hora y me había bajado mis tres periódicos de rigor para ingerir las noticias del día al son de la cuchara de gazpacho.

El encuentro cambió el solitario panorama y me senté con mi bandeja a la izquierda del abogado, que aprobaba mi decisión con gestos de agrado. Al verle observar mis periódicos, no pude evitar justificarme, “es que no tengo tiempo de leerme todo lo que hay que leer…”. El socio enseguida se solidarizó con mi frustración y añadió algo que me llamó la atención. “Yo no sé si es la edad o qué,” dijo, “pero cada vez me cuesta más concentrarme”.


Se me hace difícil ver que sus cuarenta y tantos años puedan tener algo que ver con su déficit de atención, otrora inexistente, y le convencí para que pensara que es el exceso de información el que nos distrae, el que no nos deja terminar de leer un libro tranquilamente, el que no nos permite acabar ni un solo artículo de periódico.


Wired man (Hombre conectado), por Mike LichtVentana nueva
Cuando regresé a mi despacho, me disponía a dejar mis tres periódicos encima de la pila de revistas que aún me quedaba por leer, cuando me llamó la atención una frase en la portada de la revista Businessweek, “¿Está internet generando mayor estupidez?”

Según Nicholas Carr, autor del libro The ShallowsVentana nueva” (sin traducción al español), rotundamente sí:
“La avalancha diaria de estímulos electrónicos en la que vivimos está cambiando las conexiones de nuestro cerebro. Mientras buceamos en la red de redes que es Internet reducimos sin darnos cuenta la habilidad neurológica que nos permite acordarnos de las cosas o prestar atención el tiempo suficiente como para digerir debidamente lo leído”.


Ahora resulta que nuestro cerebro opera mejor y es mucho más creativo cuando se encuentra en una atmósfera de sencillez. Por ejemplo, cuantos más enlaces hay en un artículo, menor es la capacidad de comprensión del lector.


Pero lo peor es que nuestro cerebro se vuelve también menos compasivo. Sí, los excesos informativos de Internet nos están haciendo, no sólo más estúpidos, sino también peores personas. Este último hallazgo procede de un estudio realizado por el Instituto del Cerebro y de la Creatividad de la Universidad del Sur de California. Al parecer, mientras que la respuesta de nuestro cerebro al dolor físico se refleja de inmediato en un test neurológico, la misma respuesta al dolor ajeno sólo se refleja si prestamos una mayor y más continuada atención a la persona que sufre.


“Cuanto más nos distraemos, nos hacemos menos capaces de experimentar las formas más sutiles de empatía, compasión y emoción que nos hacen a los humanos seres únicos,” asegura Carr.

Según el autor, la clave de todo está en nuestra “memoria operativa”, ese mecanismo que nos permite seleccionar lo importante de toda la avalancha informativa diaria y almacenarlo en nuestra “memoria a largo plazo”. Tan sólo hay espacio para dos o máximo cuatro estímulos, absolutamente insuficiente para afrontar el exceso de información en el que vivimos. El resultado es que nos bloqueamos y ello explica por qué nos cuesta concentrarnos cuando llevamos demasiado tiempo navegando en la web.

La conclusión final de Carr es que Internet puede llegar a ser una poderosa fuerza contraria al desarrollo del pensamiento colectivo. Según el Instituto Nacional de Desórdenes Neurológicos de Estados Unidos, hacer varias tareas al mismo tiempo hace que la gente “recurra a ideas y a soluciones convencionales en lugar de rebatirlas con ideas originales y novedosas”. Llevado al extremo, Carr piensa que en la era de Internet habrá menos Einsteins, Edisons y Tolstoys. Este tipo de personajes extraordinarios no se distraían jamás con cientos de vídeos, ni con mini-blogs de 140 palabras.


Y va más allá al pensar que en lugar de evolucionar, nuestras mentes darán un paso atrás. “Estamos pasando de ser cosechadores de conocimiento personal a ser cazadores y recolectores en un bosque de datos electrónicos”.


Tras haber leído con avidez el artículo, tan oportuno después de la comida con el socio, se lo envié entusiasmada afirmándole que no era su edad, sino Internet el causante principal de su déficit de atención. Y ahora lo comparto con los lectores de Vida Sencilla, para confirmarles que la revista va por el buen camino.

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