sábado, 16 de octubre de 2010

El horror a 700 metros de profundidad.

Depresión, peleas y miedo a morir: lo que también vivieron los mineros


Desde ayer ya tienen el alta 31 de los 33 mineros. Hasta ahora, sólo había trascendido su gran solidaridad grupal, que les permitió sobrevivir. Pero, con su regreso al hogar, empezaron a revelar los dramas y situaciones críticas padecidas.

La noche de ayer quedará en la historia de la odisea de los 33 mineros como la primera que pasaron en sus casas. El alta médica les llegó a 31 de ellos y, a medida que fueron saliendo –y a pesar del pacto de silencio que dice que lo que pasó en la mina quedó en ella–, algunos contaron mínimos detalles de los momentos más difíciles y donde la solidaridad que ciertamente hubo se rompió algunas veces hasta con golpes.

“Fueron 70 días extremos”, explicó a Clarín uno de los médicos que los apoya. “Es natural que hayan habido roces”. Los pocos mineros que pronunciaron pocas frases antes los medios coincidieron en que los primeros 17 días, en los que estuvieron aislados y sin poder comunicarse con la superficie, fueron el infierno.
La temperatura rondaba los 40 grados, la humedad era casi del 100% y la comida faltaba. El agua potable se les había acabado muchos días antes del domingo 22 de agosto, cuando una sonda llegó a la galería cercana al refugio.

“Cuando se quedaron con diez litros de agua potable, comenzaron a beber agua contaminada que estaba en tambores y muchos comenzaron a tener dolor de estómago”, contó a esta enviada Alberto, el padre de Darío, uno de los mineros atrapados. “Tenía mal sabor. Tenía un montón de aceite de las máquinas”, también relató a varios medios de prensa Richard Villarroel, el minero de 27 años y uno de los últimos en ser rescatado.

“Estábamos esperando la muerte”, Villarroel dijo al diario británico The Guardian. “Nos estábamos consumiendo, como si estuviéramos trabajando. Nos movíamos, pero no comíamos bien. Nuestros cuerpos se consumían y nos pusimos cada vez más flacos. Mi cuerpo se consumía a sí mismo”, dijo el minero, quien bajó 12 kilos. Incluso habló del fantasma del canibalismo. En los primeros 17 días, “nadie hablaba de él”. Pero una vez que fueron detectados desde la superficie y comenzó a llegar la comida, “se convirtió en un tema de broma, pero sólo una vez que nos encontraron”.

Durante esos días 17 días descriptos como “un infierno”, el rol de Luis Urzúa, el líder de los mineros, fue central. Fue el que propuso racionar la comida que encontraron en el refugio: latas de atún y leche.
“Don Lucho”, como lo conocen todos, el jefe de turno que dejó último el fondo de la Mina San José donde su grupo pasó 70 días a casi 700 metros de profundidad, habló también de cómo se organizaron y montaron sistemas de solidaridad grupal que, al fin de cuentas, fueron los que les permitieron sobrevivir. “Sólo tienes que decir la verdad”, dijo ayer antes de dejar el Hospital Regional de Copiapó. “Todo se votó. Eramos 33 hombres, por lo que 16 más uno es una mayoría”, aportó como fórmula.

Sin embargo, pese al trabajo de equipo logrado, las cosas no fueron tan fáciles y hubo “pactos de sangre” para no contar todo lo ocurrido. Darío Segovia, el operador de perforadora de 48 años, les dijo a su familia en la última videoconferencia: “Lo que pasa en la mina, se queda en la mina.”

Uno de los secretos fue la separación de un grupo formado por quienes no aparecieron en el primer video que se vio de los mineros. En total, eran cinco. Un equipo de ayuda integrado por psicólogos trabajó para que la unión funcionara. Y la solidaridad quedó restaurada.

Aunque la imagen idealizada sobre la armonía plena entre los 33 va quebrándose poco a poco a medida que trascienden intimidades, la inexistencia de problemas entre los mineros –que sostiene la versión oficial– ayer siguió siendo reforzada por algunos. “Fuimos un grupo muy unido. Nunca hubo desacuerdos. Para mí fueron grandes hermanos con quienes hemos compartido los momentos en la mina”, remarcó por ejemplo Osmar Anaya en una comunicación por teléfono a la cadena chilena “24 Horas” y antes de salir del hospital. Al rato, los mineros fueron recibidos por sus vecinos con pequeñas fiestas.

Pero Daniel Sanderson, un minero compañero del grupo y que quedó afuera de la mina, reveló que había recibido una carta de uno de “los 33” donde le relataba peleas que llegaron a terminar en golpes. “Ellos se dividieron en tres grupos, ya que comenzaron a discutir y hasta hubo peleas”, dijo Sanderson a The Guardian.

El minero terminó su turno la noche del 4 de agosto y salió de la mina apenas unas horas antes del derrumbe. Sin embargo, cuando dos medios le pidieron detalles, contestó: “Eso es parte del pacto” de silencio.
Treinta y uno de los mineros durmieron ayer por primera vez en sus casas. Fue el primer día del resto de sus vidas. Y era natural que nadie quisiera recordar el infierno que durante 70 días vivieron en la profundidad de una oscura y mina de cobre en Atacama.
http://www.clarin.com/mundo/america_latina/Depresion-peleas-miedo-vivieron-mineros_0_354564823.html

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