domingo, 17 de octubre de 2010

Primero la emoción, luego la reflexión

El rescate de los mineros chilenos fue un megaevento televisivo mundial que apuntó más a los sentimientos que a la razón

Primero la emoción, luego la reflexión

En la Argentina se calcula que 8 millones de personas vieron la salida del primer minero.
Foto Enviado especial   /   Aníbal Greco


Progresistas e intelectuales de cualquier latitud se rasgan por estas horas las vestiduras inútilmente escandalizados por lo sensiblera que se ha mostrado la audiencia mundial ante el reciente megaevento televisivo que fue el rescate de los mineros chilenos.

¿Qué pretendían? Como bien decía Pascal: "El corazón tiene razones que la razón no conoce" y cualquiera de los imprescindibles debates que ahora deben darse sí o sí sobre la explotación del hombre por el hombre y las peligrosísimas condiciones de trabajo en la minería, que cada año se cobra tantas vidas, era lógico que quedara indefectiblemente postergado para después.

Resulta del todo humano identificarse mucho más con las pequeñas y grandes emociones felices y trágicas personales de un pequeño puñado de prójimos que ponernos a analizar fríamente temas abstractos y teóricos que deben resolver los expertos en este tipo de problemáticas en tanto que la emoción vuelve a sus carriles normales. No por casualidad gozan de muchísima más repercusión las telenovelas y las películas de amor que los documentales o los sesudos ensayos. Esto, en sí mismo, no es malo ni bueno ni tiene, como algunos creen, consecuencias particularmente alienantes. Por el contrario: hasta puede resultar un más que eficaz vehículo para instalar a nivel masivo éste u otro tema que permanecen dormidos y pendientes hasta que una situación límite los lleva a la consideración pública.

Por eso: primero, la emoción; después, la reflexión. Ante la formidable plataforma mediática instalada en estos días frente a más de mil millones de televidentes sucedió, ni más ni menos, lo que tenía que suceder: ríos de lágrimas, momentos de zozobra, explosiones de alegría, curiosidad sin límites y un estado de asombro y excitación casi infantiles que la TV nos hizo sentir en esta electrizante competencia por la vida, donde "el juego" consistía en saber si 33 personas hundidas bajo 700 metros de piedra maciza podrían volver a salir sanos y salvos a la superficie.

* * *
Las emociones son muy difíciles de recrear en la televisión o, al menos, requieren tal cantidad de talento y creatividad que ese medio no es capaz de conseguir fácilmente. Entonces suele conformarse con poner en pantalla continuas minutas de episodios sórdidos, bizarros, patéticos o escandalosos.

Una vez que se estudió a fondo la factibilidad concreta de izar con vida desde las profundidades de la mina San José a los operarios atrapados, el presidente Sebastián Piñera y sus más estrechos colaboradores tuvieron la plena conciencia de que tenían ante sí uno de los más grandes shows televisivos "llave en mano" de todos los tiempos. Y se dedicaron a "producirlo" con el grado de excelencia que quedó a la vista y con un bastonero excluyente: el propio mandatario.

A la Televisión Nacional de Chile, que es la mayor productora de series de ficción en el país trasandino, se le asignó el monopolio de transmitir imágenes y sonidos del rescate.

Si Chile ya había sido de a ratos involuntario protagonista de la TV 2010 por culpa del devastador terremoto que lo sacudió en febrero último, ahora el destino ponía en sus manos la posibilidad de una revancha con un espectáculo colosal, mezcla de reality show y resistencia física, del que nadie podría ni querría sustraerse por su sinfín de componentes nobles y ultratelevisivos (el desafío que implicaba un mancomunado trabajo en equipo, de tolerancia y de fe en las profundidades de la mina para sobrevivir; el tesón y la técnica para encontrarle en superficie una solución a un problema de muy difícil resolución y los emotivos reencuentros familiares que coronaron el episodio).

Según un estudio de Mindshare Argentina, agencia de medios del grupo WPP, la audiencia que concitó el rescate de los mineros chilenos en nuestro país se elevó a 8 millones de televidentes. Fue un programa realmente ómnibus de 26 horas continuadas de duración, ya que las señales de cable de noticias transmitieron ininterrumpidamente. El pico máximo fue de 27,1 puntos, según Ibope, y se registró cuando el primer minero emergió de la boca del túnel.

"Si hacemos un ranking de los programas de mayor rating en lo que va del año en la TV abierta -subraya el informe de Mindshare-, el rescate del primer minero sólo sería superado por los cinco partidos de la Argentina en el Mundial (casi un 50% más de rating que este acontecimiento) y estaría al mismo nivel que la final de ese Mundial entre Holanda y España."

O sea que en la tabla de posiciones anual ocupa el sexto lugar, en tanto que el cable aumentó su consumo en los mejores momentos en un significativo 40%.

En Chile, como es lógico, las audiencias fueron todavía mayores ya que el rating promedio de toda la transmisión de poco más de un día entero tuvo 16,3 puntos (acá 5,7) y en la salida del primer minero, el peak ("pico" para los chilenos es una palabra sexual de alto voltaje) alcanzó los 29 puntos, habiendo sido la emisora estatal la más sintonizada.

¿Cómo esos intelectuales y esos progresistas genuinos o falsos progres no entienden que si un simple partido de fútbol por TV puede movilizar nuestras emociones más básicas, la gesta chilena forzosamente no nos iba a sacudir hasta la última fibra?

Entrelíneas / Por Pablo Sirvén

psirven@lanacion.com.ar
En Twitter: @psirven

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